Argentina
August 2017
En la actual campaña del principal país productor del mundo se implantaron por primera vez semillas de soja desarrolladas por el semillero DONMARIO. Ignacio Bartolomé, líder de la empresa en EE.UU., cuenta los detalles de este gran logro. Y el impacto que tendrá.
La semilla de soja y su genética son un factor cada vez más importante entre los que integran el esquema productivo.
Un lote de soja, durante el mes de agosto, en la geografía productiva de los Estados Unidos.
Argentina está en el podio mundial de la producción de soja. Ese lugar de privilegio, que es solo para tres protagonistas, lo comparte con Estados Unidos y Brasil. Es la elite mundial sojera. Y en ese grupo selecto hay una empresa argentina que, sin prisa pero sin pausa, viene pisando cada vez más fuerte en el negocio de la semilla.
Se trata de la DONMARIO, nacida en la bonaerense Chacabuco, que desde hace algunos años es, con sus semillas, la principal proveedora de genética de soja para Argentina y Brasil. Ambos países, en conjunto, constituyen el más importante bloque productivo mundial.
Pero la compañía dio este año un nuevo paso hacia adelante, que significa también un orgullo para el país: soja con su genética se sembró por primera vez en Estados Unidos en la actual campaña.
“Realmente estamos muy felices y orgullosos, porque este año nuestra genética ya fue implantada en el campo por los productores estadounidenses”, destaca Ignacio Bartolomé, responsable del negocio de la compañía en el país del norte.
Y agrega que “es la única genética argentina de soja que se está vendiendo hoy en Estados Unidos”.
Este hecho, además de constituir un gran logro para DONMARIO y para todo el sistema de agronegocios argentino, significa también que se abren nuevas oportunidades para los productores de nuestro país, que en poco tiempo más comenzarán aquí con la siembra de la nueva campaña sojera.
“En EE.UU. tenemos desde hace 10 años un importante programa de investigación y desarrollo, que nos ayuda a tener la mejor genética para esa geografía, pero también a ir mejorando nuestros productos en el resto de las regiones del mundo en las que trabajamos, como Argentina y Brasil”, explica Bartolomé.
Destaca, además, que en territorio estadounidense tienen acceso a mucha tecnología y conocimiento que luego les sirve para aplicar en nuestro país.
“Somos una empresa global y estamos convencidos de que la genética va a tener una importancia cada vez más grande entre los factores que inciden en la performance productiva del cultivo de soja”, manifestó el joven ejecutivo.
Por ahora, DONMARIO en EE.UU. desarrolla genética sojera y otorga licencias a otras compañías, que la venden con su propia marca a los productores locales. En esta primera campaña, hubo una “pequeña” cantidad de bolsas disponibles, cercana a las 70.000, pero el plan a 10 años es llegar a 6 millones, adelantan sus referentes.
Por ahora, se están concentrando básicamente en el sudeste del país, una región que tiene unas 6 millones de hectáreas de soja, cerca de 20% de la superficie que se siembra en Estados Unidos. Se trata de una cifra muy importante, por ejemplo si se compara con las 18 o 19 millones de hectáreas que se implantan en la Argentina.
Pero el plan de los de Chacabuco es ir creciendo hacia el centro del país, donde está el corazón productivo (el famoso Corn Belt). Hasta allí llegarán, además, desde el norte, donde hoy también tienen presencia con una estación experimental en Canadá, que próximamente estarán mudando a Minnesota, en Estados Unidos.
La otra estación experimental está en la ciudad de Marion, en Arkansas, en el sur del país (donde adicionalmente está la oficina central de la empresa), mientras que tienen proyectado para el 2018 abrir una tercera en Illinois, pleno Corn Belt.
La genética con la que la empresa argentina está dando sus primeros pasos en el mercado estadounidense es la que la convirtió en líder entre los productores de nuestro país: la de los grupos de madurez 4 medios, y hasta 5 medios.
Sin embargo, en las latitudes del norte, como en Canadá, desarrollan también grupos de madurez de 0 a 2, extremadamente cortos, para adaptarse a las particularidades de esas regiones.
En cuanto a la tecnología que acompaña a la genética argentina que se sembró este año por primera vez en Estados Unidos, se trata de variedades Xtend, es decir, resistentes a los herbicidas glifosato y Dicamba.
“En las regiones en las que se implantó nuestra semilla, hay graves problemas con las malezas, igual que en la Argentina, por lo cual este combo de resistencias resulta muy útil”, explicó Bartolomé.
Y agregó que sería trascendente para la Argentina que se resolviera el tema de la protección legal a los desarrollos tecnológicos contenidos en la semilla, de manera que todas estas alternativas pueden llegar también a nuestro país y ser incorporadas a la genética que hoy está disponible.
“Los productores estadounidenses tienen muchos eventos biotecnológicos a disposición y, así, pueden elegir lo que más les conviene para cada situación”, explica el joven argentino.
Precisa que en ese hecho es clave que “Estados Unidos tiene un mercado de semilla que es 100% legal, lo cual marca una diferencia muy grande con la Argentina”. Así, sus dimensiones son seis veces mayores a la de nuestro país.
Pero, más allá de lo que falta en la Argentina, lo importante hoy es el gran paso que dio la genética argentina de soja este año en el principal mercado mundial.
“Para las empresas del sector en Estados Unidos, lo que pasa con la soja en Brasil y Argentina es muy importante. Siguen todo muy de cerca. Por eso, para nosotros es clave la muy buena aceptación que tuvimos. Estamos muy orgullosos”, cerró Bartolomé.