Si bien la dieta de los argentinos no lo tiene entre sus favoritos, nuestro país produce anualmente unas 320 mil toneladas de poroto, de las que un 97 por ciento se exporta. Así, año a año las especies que se cultivan aquí – fundamentalmente alubia y negro – tienen como destino Brasil, Argelia, Francia y España. El dato da cuenta de lo significativo de esta leguminosa (Phaseolus vulgaris) para las economías regionales de la zona del poroto: el Noroeste argentino.
Mario Aguilar es investigador superior del CONICET en el Instituto de Biotecnología y Biología Molecular (IBBM, CONICET – UNLP) y formó parte de un consorcio internacional de expertos que logró secuenciar el genoma de 29 variedades de poroto en un estudio que se publicó recientemente en Genome Biology.
“Nuestro propósito inicial fue secuenciar el genoma del poroto”, comienza Aguilar, y describe: “Se trata de una fuente importante de proteínas, hidratos de carbono y fibra, de mucho interés para la alimentación de pueblos de Latinoamérica, África y Asia. La significativa adopción en la dieta humana hizo necesaria la implementación de tareas de mejoramiento del cultivo, generalmente a través de herramientas tradicionales dirigidas a superar plagas y pestes, y optimizar el rendimiento”.
Junto a otros investigadores de nuestro país, Brasil, México y España, Aguilar logró ese primer objetivo un año atrás en el marco de un proyecto financiado por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación (MINCyT) y el Programa Iberoamericano de Ciencia y Tecnología para el Desarrollo (CYTED), una herramienta intergubernamental de cooperación que fomenta la investigación e innovación a nivel regional. En esta segunda etapa, parte del equipo se dedicó a examinar individualmente el ADN de 29 variedades de P. vulgaris y otras especies pertenecientes a distintas zonas de Latinoamérica, desde México hasta los Andes del Sur, en particular una región situada entre Perú y Ecuador.
“El resultado de este segundo trabajo agrega evidencias y abre nuevas hipótesis sobre la diseminación de este cultivo a partir del centro mesoamericano de origen, que comprenden desde el efecto de los cambios geológicos hasta los hábitos migratorios de aves como vectores de semillas”, afirma el profesional. Hasta el momento se creía que la aparición del poroto había tenido lugar entre el norte de Perú y sur de Ecuador, y que luego se había expandido por el resto de América. “Todo lo que pudimos recabar ahora obliga a revisar esto y nos permite proponer que, en realidad, surgió en México y más tarde, en eventos separados respectivamente, migró a Sudamérica, para llegar a nuestro país y la región de montaña entre Ecuador y Perú”, agrega.
Desde el punto de vista aplicado, los estudios ayudarán a mejorar las herramientas tradicionales de mejoramiento de variedades utilizadas en la agricultura, y optimizar la productividad del cultivo. “El poroto sufre distintas enfermedades. Una de las que más incidencia tiene es la mancha angular provocada por hongos, o antracnosis, lo que se ha configurado en un blanco de estudio del consorcio que atiende el mejoramiento de producción en África. A nivel local se deberá analizar cuáles son las que tienen mayor impacto económico y abordarlas. Mejoras con relación a la tolerancia a la sequía o la calidad nutricional podrían ser puntos a analizar. La disponibilidad de datos de secuencia de varios genomas permite ahora encarar la identificación de marcadores genéticos ligados a tolerancia y resistencia, los cuales facilitan y aceleran el proceso de seguimiento de esos rasgos beneficiosos en las etapas de selección de variedades mejoradas”, concluye.